Algunos días, la crianza de los hijos puede ser complicada, y es durante estos días difíciles que tu campeón tal vez esté pasando por un momento delicado. Quizá esté luchando por procesar su cúmulo de emociones, o tal vez solo esté teniendo un día en el que está muy susceptible.
Independientemente de lo que hagas o de lo que hayas planeado en esos días duros, debes recordar una cosa: el comportamiento de tu hijo no debes tomarlo como algo personal.
Suele ser difícil para nosotros cuando tenemos algo planeado para nuestro pequeño: un día en familia, una actividad, una clase, hemos planeado algo -incluso lo hemos pagado-, y luego nuestro pequeño no está dispuesto a cooperar.
Es frustrante. Puede que estemos en una clase o actividad y que nuestro hijo se niegue a dejar su cochecito o que quiera estar en brazos todo el tiempo o que se rehuse a participar. Pero, ¿cómo respondemos? ¿Respetamos sus deseos? ¿Los animamos? ¿Los forzamos? ¿Gritamos? ¿Por qué no se involucran como los hijos de los demás?
En primer lugar, ¡no debemos comparar! Sobre todo en esos momentos en los que parece que los hijos de los demás cooperan menos los nuestros. Porque estoy seguro en un 99,9% que esos niños también tienen este tipo de momentos. Además, debemos valorar que no todos los ambientes o actividades son para nuestro hijo. Puede que el niño de tu amigo esté prosperando en futbol, pero eso no significa que sea algo para tu hijo en este momento. Tal vez el hijo de tu hermano esté encantado con las clases de karate, pero fue un desastre cuando llevaste a tu pequeño.
Las pautas de comportamiento
Nuestros hijos son seres humanos únicos con sus propias sensibilidades, personalidad y sus propias pautas de comportamiento. Por supuesto, hay que animarles, pero a veces las cosas no salen como están previstas, supongo que está en cada uno de nosotros encontrar el equilibrio entre animarlos y respetar sus deseos.
Justo después de que nuestro pequeño cumpliera 3 años, mi mujer y yo nos propusimos llevarlo a clases de natación, lo que parecía muy divertido -y necesario-, naturalmente, supusimos que a Lucio también le encantaría, ya que es muy abierto con a realizar actividades, así que mi mujer le apuntó a una clase.
Y de hecho le encantó. Tenía dos profesores -mujer y hombre- en los dos días de la semana en que asistía. Todo iba bien hasta que llegó el momento en que el semáforo por Covid volvió a impedir ir a clases en la alberca. Tras reanudar clases, se negó, simplemente no quería hacerlo. No somos de los que le obligan a hacer algo con lo que no se siente cómodo, así que dimos un paso atrás, hablamos con él sobre cómo se sentía y lo volvimos a intentar.
Una vez más, se negó, simplemente no quería ir, era todo un drama para ponerse el traje de baño. Y una vez que iba a iniciar su clase, lloraba y se resistía a tomar la clase. Ya estando ahí, y como habíamos pagado por las clases, asumimos que ya adentro del agua el malestar se le pasaría, pero no fue así.
Llegó la noche anterior a su siguiente clase y nos dijo antes de dormir: «Ya no quiero ir a natación».
Mi mujer y yo nos miramos y nos reímos «Supongo que mañana se le pasará» jaja.
Pero, bromas aparte, por muy frustrante que fuera, nuestro pequeño estaba contento al día siguiente sin su clase de natación, estaba disfrutando de su experiencia y eso era lo único que importaba. Es cierto que no era lo que esperábamos, pero supongo que no estaba preparado. Y estoy seguro de que algunos de ustedes estarán pensando «bueno, eso es un poco permisivo, se salió con la suya». Yo diría que no era el momento de poner un límite firme, quién sabe lo que pasaba por su cabeza en ese momento. Por supuesto, si hay que apagar la televisión, hay que hacerlo. Si hay que decir que no a un bocadillo antes de la cena, se dice que no. Pero cuando se trata de algo así, después de cierto estímulo, soy partidario de escuchar y seguir la corriente. Ya llegará, a su tiempo, cuando esté preparado.

Naturalmente, empezamos a preguntarnos por qué no quería nadar, pero no siempre tiene que haber una justificación o una explicación, hay que recordar que nuestros pequeños son almas sensibles. Con poco más de 3 años tenía la suficiente confianza para comunicar que no quería hacer algo, y aunque no era la tarde que habíamos previsto, teníamos que respetar su opinión.
Espera hasta que esté(n) preparado(s)
Pasaron un par de meses y estábamos disfrutando de unas vacaciones familiares en la playa. De inmediato, al ver la alberca, Lucio mira y dice, «Quiero nadar, papi». Para nuestra sorpresa, llegando a la habitación nos pide que le pusiéramos el traje de baño de inmediato. Llegando a la alberca, me sumerjo al agua y, en un par de segundos, estaba lanzándose de clavado sin temor alguno al agua, hacia mis brazos . Mi mujer y yo nos miramos asombrados, supongo que ya estaba preparado.
Espero que este post sirva para dar un poco de validez a los padres que han tenido momentos difíciles como éste. El único consejo sería hacer todo lo posible por seguirle la corriente y no tomarse las reacciones de tu hijo pequeño como algo personal.
Sí, la experiencia de nadar de nuestro pequeño no salió como habíamos planeado, nos sentimos un poco decepcionados en el momento, pero rápidamente reconocimos que solo era cuestión de que no estaba preparado. Podríamos haber insistido para apegarnos al plan inicial y haber agravado la situación.
A veces tenemos que dar un paso atrás y escuchar a nuestro hijo, siempre es difícil saber exactamente con qué grandes sentimientos están lidiando cada día. Es duro ser un niño pequeño. Se les lleva de un sitio a otro, a menudo se les dice que hagan esto y aquello, y nosotros esperamos que simplemente se conformen y «se comporten». Pero tener unas expectativas tan altas sólo nos deja frustrados, y también puede impedirnos escuchar y conectar con nuestros pequeños. Espero que a algunos de ustedes les sirva de ayuda de alguna manera.

Aprende a no tomarte personal su comportamiento.






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