Si estas costumbres ya te tenían desviado del camino que pretendías antes de ser papá, ahora en tu papel de pater familias, estás a tiempo de ponerles freno de mano y sobre todo, ser consciente de éstos. Porque ya no estás hablando de una vida llevada al traste, sino que tienes que poner un buen ejemplo. Pero, ¿de qué hablamos exactamente?

Dicen que el hábito hace al monje…. O al procastinador, o al de la «panza de chelero» (ojo, la cerveza por sí sola, no nos engorda –más al respecto en un próximo post) o al que duerme pocas horas. En fin, tal vez los obstáculos más difíciles que se le presenten al estilo de vida que quieres llevar sean los hábitos tan arraigados que tienes, que, poco a poco, te van convirtiendo en una persona que quizás no quieras ser.
Aquí te va un ejemplo muy concreto: seguramente has experimentado la sensación de un antojo a determinada hora del día –desde un café, hasta unas frituras como botana. Al igual que muchísimas personas que laboran, sin importar si es en casa u oficina, el periodista Charles Duhigg solía tenerlo, cada mediodía. No obstante, a diferencia de la mayoría de las personas este periodista del New York Times encontró la manera de cómo deshacerse de su mal hábito.
Duhigg, autor de El poder de los hábitos: Por qué hacemos lo que hacemos, aplicó lo que aprendió en su investigación para escribir el libro en su vida. En nueve meses, bajó 10 kilos.

Lo que hizo fue simplemente detectar su propia «curva del hábito», así de sencillo.
Lo que Duhigg descubrió es que los hábitos son acciones que realizamos casi inconscientemente. En lugar de ser decisiones reales, son comportamientos que se han asentado en nuestros cerebros, específicamente en la parte denominada ganglios basales. Por lo que, una vez desarrollados, los hábitos suelen ser difíciles de «decodificar» por nuestra neurología.
De acuerdo con Duhigg, la buena noticia es que «cualquier hábito puede ser modificado, no importa la edad que tengas o qué tan arraigado esté en tu vida». Incluso para los cuarentones, cuyos hábitos han estado ahí por años, aplica la misma teoría.»
Es una cuestión de cambio, y no de erradicar el hábito. «Cualquier hábito tiene tres componentes: una señal, una rutina y una recompensa –comenta Duhigg–. Algo se convierte en hábito cuando tu neurología asocia una cierta señal con una recompensa en particular y una rutina determinada.» La curva del hábito aparece cuando la señal provoca una anticipación automática de la recompensa.
Por ejemplo, la señal de Duhigg y su botanita era simplemente que la manecilla de su reloj maracara las 3:30 de la tarde. La rutina era ir a la cafetería por una galleta. La recompensa, bueno, creo que es obvia.
Los expertos con quienes platicó mientras realizaba su investigación le dijeron que la manera de cambiar su hábito de la galleta era diagnosticar sus señales y recompensas.
«Comencé a poner atención al momento justo en que se me antojaba comer una galleta –comenta–. Descubrí que siempre sucedía como a las 3:30 de la tarde, así que esa era la señal –un momento específico del día. Luego, tenía que descifrar cuál era la recompensa. Al principio pensé que era la galleta en sí misma, pero el sicólogo me dijo «Bueno, no, la galleta es el resultado de varias recompensas , y tienes que darte cuenta cuáles son.»
Si únicamente tuviera hambre, una manzana quizás sería más que suficiente. Si necesitara azúcar para impulsar su energía, tal vez sólo bastaría que caminara una cuadra. Pero resulta que no era ninguna de estas dos.
«La recompensa por el comportamiento se daba cuando llegaba a la cafetería y podía ver a los compañeros y platicar con ellos: la socialización era lo que impulsaba mi conducta –explica Duhigg–. Así que cuando lo descifré pude crear un hábito nuevo.»
En lugar de dirigirse a la cafetería todas las tardes, se levantaba de su lugar, iba al escritorio de un compañero y empezaba una charla con él durante unos 15 o 20 minutos. De este modo, creó otro hábito: «Chismeaba cual Godínez, con ellos y luego regresaba a trabajar a mi escritorio, así el antojo de la galleta se fue esfumando.»
Su consejo para cualquiera que quiera cambiar sus hábitos, sin importar si se encuentran en la mediana edad o son más jóvenes, es que detecten sus comportamientos para descubrir las señales y las recomensas auténticas. Entonces, comenta, «elige un nuevo comportamiento que sea detonado por la vieja señal, y el resultado que obtendrás será similar a la antigua recompensa, pero a través de una conducta nueva.»
Ahora, estoy observando conscientemente mis rutinas y descubriendo señales, como pelando las capas de las recompensas, todo en búsqueda de crear mejores hábitos. Tampoco está mal apelar a la tecnología, pues aplicaciones como Coach.me te pueden ayudar mucho en tu búsqueda.







Una respuesta a “Cómo puedes detectar y cambiar tus malos hábitos.”
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